Los científicos están preocupados de que el calentamiento global libere las enormes reservas de carbono y metano de la tundra y del suelo oceánico (hipótesis del “fusil clatratos”) y por ello, se han centrado en la historia geológica para buscar evidencia de metano significativo en eventos de calentamiento pasados. Sin embargo, un nuevo estudio publicado en “Nature” sugiere que la última transición de la Edad de Hielo a un clima más cálido hace unos 11.500 años, no incluyó el flujo masivo de metano de estas zonas, sino que este gas provenía de humedales y de la actividad humana.
«Nuestros hallazgos muestran que las emisiones geológicas naturales de metano, por ejemplo, fugas de filtraciones de petróleo o depósitos de gas en el suelo, son mucho más pequeñas de lo que se pensaba”, afirma Edward Brook, coautor del estudio y paleoclimático de la Universidad Estatal de Oregón (EE.UU.). “Eso significa que un porcentaje mayor del metano que hay en la atmósfera hoy, se debe a las actividades humanas, incluyendo la perforación de petróleo, y la extracción y el transporte de gas natural«. De hecho, el metano de la tundra y del suelo oceánico no alcanzó su máximo durante el último período de calentamiento.
Cabe indicar que aunque no sea tan abundante como el dióxido de carbono, el metano es un gas de efecto invernadero mucho más potente que éste, por lo que sus crecientes niveles son un contribuyente importante para el calentamiento global.
Teoría sobre el permafrost y la liberación de grandes cantidades de metano
Según la teoría del “fusil clatratos”, a medida que se vaya derritiendo el “permafrost” se irán formando lagos que emitirán metano.
El “permafrost” se compone de material rocoso, suelo congelado y hielo. Su calentamiento implica su descongelación, no su derretimiento, por lo que se ablanda sin volverse líquido.
Cuando el “permafrost” se descongela, los microorganismos previamente congelados se reactivan y descomponen los restos de plantas y animales que se han acumulado en el suelo a lo largo de cientos y miles de años, produciéndose, como resultado, la liberación de dióxido de carbono y metano.
Sin embargo, en un suelo anegado, como en los sedimentos de los fondos de los lagos, apenas hay oxígeno. En estas condiciones, se produce una “descomposición anaeróbica” que libera metano, junto con cierta cantidad de dióxido de carbono. Esta descomposición constituye la fuente principal de metano en el Ártico.
El hielo derretido del “permafrost” provoca la subsidencia o hundimiento de la superficie. Entones, el agua de escorrentía inunda las hondonadas resultantes y se crean así multitud de nuevos y pequeños lagos, los cuales emiten a la atmósfera metano conforme el permafrost se va derritiendo. Las huellas detectadas revelan que ese proceso es el que viene realizándose desde hace 10.000 años, cuando la Tierra entró en el “período interglacial” cálido más reciente.
Conclusiones del nuevo estudio que sostiene que el metano de la tundra y del suelo oceánico es estable
El estudio de la Universidad de Oregón sugiere que las emisiones humanas de metano geológico pueden ser hasta un 25% más altas que las estimaciones anteriores. «Esto significa que tenemos aún más potencial para luchar contra el calentamiento global mediante la reducción de las emisiones de metano de nuestro uso de combustibles fósiles», subraya el autor principal de la investigación, Vasilii Petrenko, profesor asociado de Ciencias de la Tierra y el Medio Ambiente en la Universidad de Rochester, en Nueva York, Estados Unidos.
Además, el estudio también arroja luz sobre la fuente de ese metano y si ésta ha cambiado con el tiempo, mediante el análisis de metano atmosférico de la última deglaciación en las burbujas de aire que quedaron atrapadas en núcleos de hielo del glaciar Taylor de la Antártida.
Los investigadores también fueron capaces de estimar la magnitud de las emisiones de metano desde hace aproximadamente 11.500 años, midiendo los isótopos de carbono radioactivo (carbono-14 o 14C) en el metano, lo cual ha sido una ardua y lenta tarea, ya que la cantidad de 14C es tan pequeña que necesitan enormes cantidades de hielo para obtener el suficiente aire en el que poder medir el isótopo. Sin embargo, las condiciones únicas en el glaciar Taylor que empujan el hielo antiguo a la superficie, han facilitado realizar ese trabajo.
Tras esto, han visto que el metano de la tundra y del suelo oceánico liberado, es lo suficientemente antiguo como para que cualquier 14C presente originalmente se haya descompuesto ya. Los científicos encontraron que la cantidad de metano de las antiguas fuentes libres de 14C era muy baja, menos del 10% del metano total, durante toda la gama de muestreo, de entre hace 11.800 y 11.300 años.
«Muchas personas han pintado el Ártico como una bomba de metano pero esto demuestra que puede ser más estable de lo que pensábamos». El rendimiento del pasado no siempre es un predictor del futuro, pero es un buen análogo. Deberíamos estar más preocupados por las fuentes antropogénicas de metano en la atmósfera, que siguen aumentando».
Además del origen antropogénico del metano, los niveles de 14C en los núcleos de hielo sugieren que el incremento de metano durante la última desglaciación tuvo otra fuente, probablemente de los humedales tropicales, según apunta el investigador Christo Buizert, también de la Universidad Estatal de Oregón. «El metano no se almacena en los trópicos durante largos periodos de tiempo, sino que se produce cada día mediante la actividad microbiana en los humedales. Sabemos por otros estudios que las lluvias aumentaron en los trópicos durante el último periodo de calentamiento y que probablemente crearon humedales que produjeron el aumento de metano durante el último periodo de calentamiento».
Fuentes: Europa Press y Blog “ramanujan25449”