
España ya es uno de los países del mundo que más está sufriendo los impactos del cambio climático, con un notable aumento en los eventos meteorológicos extremos, como las olas de calor. Por ello Greenpeace España ha elaborado esta guía que aquí os presentamos con consejos y medidas para protegernos de las olas de calor en nuestro país.
Recomendaciones generales ante olas de calor
- Presta atención a los avisos de olas de calor. Tanto los medios de comunicación como la Agencia Estatal de Meteorología avisan de cuándo se va a producir una ola de calor. Saberlo te permitirá prepararte. En cuanto sepas que va a llegar una nueva ola de calor, adapta tus horarios y tus actividades para tener menor nivel de exposición.
- Es importante conocer si tu casa está preparada o no para protegerte del calor extremo y adecuarla para que puedas descansar por las noches y que tu cuerpo se regenere y aguante otro día de calor.
- Conoce las zonas verdes e iniciativas que hay en tu municipio para llevar mejor las olas de calor, quizás existan refugios climáticos o espacios comunitarios mejor preparados que tu hogar y que te permitirán estar en compañía.
- Cuéntalo y ayuda. En tu barrio y en tu vecindario seguro que hay muchas personas que quizá no conozcan cómo protegerse del calor. Súmate a colectivos o movimientos vecinales que se estén movilizando para mejorar tu barrio y, si aún no hay, podéis organizaros y poner en marcha actividades que os protejan del calor, así como pedir medidas a las administraciones locales.
- Sé prudente. El calor no es una broma, es importante evitar exponerse al calor en los días de temperaturas extremas.
Cómo protegernos de las olas de calor en nuestro entorno urbano
Nuestro entorno, especialmente si es urbano, nos puede exponer más al calor y hacernos más vulnerables, debido al efecto “isla de calor” de las ciudades, el cual es responsable del 4% de la mortalidad estival en Europa.
Ante el aumento del número e intensidad de las olas de calor, es imprescindible que nuestros municipios pongan en marcha distintas medidas para transformarlos en un entorno más adaptado al cambio climático y también más amigable.
1. Más verde = menos calor
Una ciudad salpicada de verde en todas las calles y con espacios verdes más amplios en distintos puntos, accesibles y cercanos, estará mejor adaptada al calor, además de proporcionar pequeños oasis para relajarse y descansar.
Los árboles y la vegetación en general evapotranspiran o “sudan” parte del agua que absorben, por lo que nos refrescan además de darnos sombra. También limpian el aire de contaminantes, reducen la contaminación acústica, fomentan el bienestar, la actividad física y la salud mental, así como son refugio de fauna urbana.
Si vives en una ciudad, las recomendaciones internacionales nos dan unas pautas claras para que tengamos una cobertura vegetal mínima en las zonas urbanas, es lo que se conoce como la regla 3-30-300:
- Ver tres árboles desde nuestra casa: está asociado con una reducción del estrés, mayor satisfacción en el trabajo y recuperación tras intervenciones quirúrgicas.
- Tener un 30% de cobertura vegetal en nuestro barrio: puede disminuir la mortalidad, llegando a evitarse un tercio de las muertes prematuras atribuibles al calor.
- Tener un espacio verde a 300 metros (unos 5 minutos andando de nuestra casa): podría evitar 43000 muertes al año en Europa, según la OMS, que recomienda que sean de, al menos, media hectárea.
2. Huertos urbanos, azoteas y fachadas verdes
Las azoteas y fachadas verdes ayudan a aislar los edificios del calor a la vez que refrescan el ambiente y son un buen aliado como refugio de la fauna urbana. Por su parte, los huertos urbanos, además de aumentar el espacio verde, fomentan la actividad en comunidad, la recuperación de espacios degradados, actúan como punto de encuentro colectivo y difunden la agricultura y el contacto directo con la producción de alimentos.
Es importante que en todos los casos se opte por especies adaptadas al clima local y riegos eficientes y/o con agua regenerada para que el mantenimiento de estos puntos verdes no suponga una demanda de agua excesiva y que no se vean impactados en caso de restricciones por situaciones de sequía.
3. Llenar de naturaleza los entornos escolares y otros centros públicos
La infancia, especialmente los menores de 5 años, es uno de los colectivos más vulnerables frente al calor extremo. Además de proteger de las olas de calor, los espacios verdes rodeando escuelas y colegios disminuyen el ruido y la contaminación; así como hay estudios que demuestran que también disminuye la agresividad y el riesgo de desarrollar TDAH en los escolares. Los patios con vegetación mejoran el sistema inmunitario de quienes juegan en ellos, además de proporcionar sombra y refugio frente al calor.
Asimismo, otros edificios públicos pueden beneficiarse de las mismas medidas, especialmente centros de mayores —otro de los colectivos más vulnerables— y centros sanitarios.
4. Refugios climáticos
Toda la ciudadanía debe tener acceso a espacios cercanos para protegernos de las olas de calor. Una forma de hacerlo es a través de los llamados refugios climáticos: aquellos espacios de interior o de exterior que ofrecen refugio a las personas frente al calor, proporcionando una temperatura estable de 27ºC.
Los refugios climáticos son una medida clave para las personas vulnerables que no pueden hacer frente al calor en sus hogares.
Para que un espacio público sea un refugio climático, debe:
- Estar abierto en las horas de mayor calor, aunque implique alterar su horario de apertura habitual.
- Estar claramente identificado, tanto en el mismo refugio como en otros puntos de información.
- Ser accesible a personas con movilidad reducida o con alguna discapacidad.
- Ser cercano y gratuito, especialmente en los barrios o zonas con mayor impacto de calor y/o con menos recursos.
- Tener una zona de descanso donde las personas que acudan puedan reposar el tiempo necesario.
- Proporcionar agua gratuita para mantener la hidratación de las personas que acuden a estos espacios.
5. Desplazamientos con menos riesgo
Ir a trabajar, al colegio, a la compra o al centro de salud puede ser mucho más llevadero si en nuestros desplazamientos encontramos elementos que nos permitan resguardarnos del calor y descansar, fomentando lo que se denominan “paseos o desplazamientos confortables”.
Existen muchas opciones para dar sombra en las calles además del propio arbolado urbano, como por ejemplo instalar pérgolas en determinados puntos, o toldos o velas en calles peatonales. Además, también es clave poder hidratarnos durante las olas de calor, con fuentes públicas en buen estado; así como descansar, especialmente las personas mayores, con movilidad reducida o condiciones de salud que las sitúen en mayor vulnerabilidad, en bancos y elementos de descanso en zonas de sombra.
6. Aumentar la superficie permeable
Las zonas urbanas suelen tener más superficies impermeables, como asfalto, hormigón y tejados que acumulan el calor y no retienen el agua. Por tanto, aumentando la superficie permeable con pavimentos adecuados para ello, arcenes y cunetas verdes, jardines de lluvia o espacios con vegetación, haremos que se acumule menos calor en las calles, así como también favoreceremos la liberación de agua que pudiera estar retenida, ayudando, con ello, a refrescar el aire.
Cómo protegernos de las olas de calor en casa
Nuestras viviendas pueden ser nuestro mejor refugio contra el calor si están adaptadas. Para que nos protejan de las temperaturas extremas se pueden tomar distintas medidas, algunas estructurales, pero también de hábitos diarios.
Una vivienda bien aislada
Las paredes, tejados, puertas y ventanas de la casa son la primera barrera contra el calor. Un buen aislamiento como por ejemplo el doble cristal o los cierres herméticos, puede disminuir la entrada de calor y evitar que el aire fresco que tengamos en la casa se escape. El aislamiento de las fachadas y tejados puede reducir hasta un 50% la necesidad de climatización.
Otros elementos como toldos, persianas, cortinas o contraventanas también nos ayudan a aislar y mantener la casa en sombra. Asimismo, la vegetación también contribuye a aislar las viviendas; las terrazas o alféizares con plantas o un pequeño jardín vertical pueden ayudar a refrescar.
Hábitos para mantener la casa fresca
Tener unos hábitos en casa puede marcar la diferencia a la hora de mantener una temperatura más fresca en el interior. Estos son algunos:
- Antes de que empiece a dar el sol en la casa, bajar las persianas, cerrar las cortinas y/o abrir los toldos para evitar que entre el calor lo máximo posible y que se mantenga el frescor de la mañana.
- Crear corrientes dentro de la casa permitiendo que circule el aire entre las distintas estancias. La ventilación cruzada consiste en tener ventanas en diferentes paredes, para que en los momentos en los que baje la temperatura, se pueda ventilar bien la casa y el aire caliente salga.
- Mover el aire y refrescar haciendo uso de ventiladores o del aire acondicionado. En el caso del aire acondicionado hay que hacer un uso racional, a una temperatura de 24 ºC, y sólo como recurso complementario para limitar el consumo energético y su posible impacto sobre el cambio climático.
Cómo protegernos de las olas de calor individualmente
Finalmente, en la guía nos explican cómo protegernos de las olas de calor de forma individual.
Hay personas que por su perfil o por cuestiones económicas o sociales son más vulnerables al calor y este puede tener mayor impacto en su salud. Además, esta vulnerabilidad se agrava cuando se superponen unas características con otras, es decir, una persona mayor, que además tiene renta baja será más vulnerable, y si además presenta algún tipo de discapacidad, todavía más.
Conoce tu grado de vulnerabilidad
Estos son los grupos de personas más vulnerables a las olas de calor:
- Personas mayores de 65 años y especialmente las mujeres mayores de 75.
- Mujeres embarazadas.
- Infancia, especialmente menores de 5 años.
- Personas con alguna discapacidad física o cognitiva.
- Personas con enfermedades preexistentes (especialmente cardiorrespiratorias, renales o neurodegenerativas) o de salud mental.
- Personas que trabajan en el exterior, profesionales o practicantes de deportes al aire libre y personal de emergencias.
- Personas con rentas bajas o que viven en viviendas mal habilitadas.
Pertenecer a alguno de estos grupos implica mayores niveles de riesgo a las olas de calor y, por tanto, requiere tener mayor cuidado durante estos episodios y medidas específicas para estos grupos de población.
Y, aunque no estemos directamente dentro de uno de estos grupos de riesgo, es importante conocerlos para poder ofrecer apoyo a personas de nuestro entorno que sean más vulnerables.
Hábitos de autoprotección durante las olas de calor
Al igual que en nuestras casas, adquirir hábitos sencillos pueden marcar la diferencia para poder pasar una ola de calor de forma más confortable y con menos riesgo para nuestra salud, algunos de ellos son:
- Mantener la hidratación a lo largo del día.
- Evitar salir a la calle en las horas de mayor calor.
- Llevar ropa ligera y de colores claros.
- Darse duchas cortas si es necesario para refrescarse.
- Mantener la casa en sombra o fresca, o buscar espacios cercanos donde refrescarse si nuestra vivienda es inadecuada.
Apoyarnos y apoyar nuestra comunidad
Numerosos estudios demuestran que las redes de apoyo mutuo que florecen durante momentos como emergencias naturales o tras la pandemia por COVID-19, son determinantes para sostener las vidas de las personas afectadas.
Relacionarnos con las personas de nuestro entorno, formando parte especialmente de una red organizada de personas (asociaciones, cooperativas, redes informales, etc.) aumenta nuestra capacidad de adaptarnos a eventos extremos como las olas de calor, al poder poner en común recursos e información o hacer presión a las administraciones locales para que pongan en marcha medidas urgentes y a más largo plazo.
Fuente: Greenpeace

