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las flores pueden escuchar a los insectos portada

Las plantas son mucho menos pasivas de lo que pensamos y se relacionan con su entorno de diferentes maneras. Se ha demostrado cómo responden a la luz, su reacción a la estimulación mecánica (sentido del tacto) y a algunos productos químicos que se evaporan en el aire (sentido del “olfato”). En cuanto al oído, se ha visto que detectan el sonido (música) en forma de vibraciones, pero ahora un estudio ha comprobado que las flores pueden escuchar a los insectos que se acercan y actuar en consecuencia, es decir, se ha visto una reacción por parte de la planta al sonido, lo cual les confiere una ventaja evolutiva.

Cabe indicar que anteriores estudios sobre la reacción de las plantas a sonidos, se centraban en efectos a largo plazo en el crecimiento de las plantas. Sin embargo, este caso se trata del primero en mostrar una reacción casi inmediata.

En este estudio de la Universidad de Tel-Aviv (Israel) dirigido por la profesora Lilach Hadany y el doctor Yuyal Sapir, del departamento de Biología Molecular y Ecología Vegetal de dicha Universidad, se ha comprobado la capacidad de las flores de detectar el zumbido de los insectos polinizadores para adaptarse a su actividad y ahorrar energía en la producción del néctar. Según este, la concentración de azúcar en el néctar de la flor de la onagra aumenta casi instantáneamente cuando se expone al ruido de las alas de las mariposas y las abejas.

Como la polinización es fundamental para la reproducción de las plantas, el punto de partida de la investigación fueron las flores. En este sentido, la onagra costera (Oenothera drummondii, Hook), que crece salvaje en las playas y parques de Tel Aviv, se convirtió en una buena candidata, ya que tiene un tiempo de floración largo y produce cantidades de néctar cuantificables.

Así pues, el equipo de Hadany analizó onagras costeras y determinó que, minutos después de detectar las vibraciones de las alas de los polinizadores, las plantas aumentaron temporalmente la concentración de azúcar del néctar de sus flores. En efecto, las propias flores hacían de oídos que captaban las frecuencias específicas de las alas de las abejas y descartaban sonidos irrelevantes como el viento.

Asimismo, el estudio también revela que la reacción de la planta depende de la frecuencia de los sonidos de zumbido. “Cuando las plantas fueron expuestas al ruido con una frecuencia mayor que los polinizadores, la concentración de azúcar del néctar no aumentó”, señalan Hadany y Sapir.

flor de onagra

Para los investigadores, esta capacidad de las plantas para responder al ruido de los insectos polinizadores tiene muchos efectos. Su teoría sostiene que ofrecer un néctar más dulce a los polinizadores podría atraer más insectos y quizá aumentar las probabilidades de conseguir polinización cruzada. De hecho, en observaciones de campo, los investigadores descubrieron que los polinizadores eran nueve veces más comunes en torno a plantas que habían sido visitadas por otro polinizador en los seis minutos anteriores.

Por otro lado, la producción de néctar consume mucha energía y, con este mecanismo, las plantas pueden invertir sus recursos con precisión, al concentrarse en los períodos de actividad de los insectos. Mejoran su “rendimiento” por cada unidad de tiempo invertida en la flor.

Pero este descubrimiento podría tener implicaciones más amplias, especialmente en la evolución de las plantas y los insectos. Según los investigadores, es posible que el desarrollo de la forma de la flor esté influenciado por factores que afectan la capacidad auditiva de la planta, no solo por su función de atraer insectos. Y también es posible que varios insectos se hayan desarrollado para emitir sonidos que las flores pueden absorber.

Según el estudio, la parte de la planta más adecuada para la absorción de las vibraciones producidas en el aire por las alas de los insectos polinizadores es la propia flor, la cual vibra en respuesta a dichos sonidos. Y aunque las flores varían mucho en forma y tamaño, muchas son cóncavas o tienen forma de cuenco. Esto las hace perfectas para recibir y amplificar ondas de sonido, como si fueran antenas parabólicas.

insecto en flor de onagra

Para analizar las onagras en el laboratorio, el equipo de Hadany expuso las plantas a cinco tratamientos de sonido: silencio, grabaciones de una abeja melífera a 10 centímetros de distancia y sonidos generados por ordenador en frecuencias baja, intermedia y alta.

Las plantas expuestas al silencio —colocadas en tarros de cristal que bloqueaban la vibración— no presentaron un aumento significativo en la concentración de azúcar del néctar. Lo mismo ocurrió con las plantas expuestas a sonidos de frecuencia alta (158 a 160 kilohercios) e intermedia (34 a 35 kilohercios). Pero en las plantas expuestas a las grabaciones de sonidos de abeja (0,2 a 0,5 kilohercios) y sonidos de baja frecuencia (0,05 a 1 kilohercio), el análisis reveló que, tras tres minutos de exposición, la concentración de azúcar de las plantas experimentó un increíble aumento del 20 por ciento.

Por otro lado, para poner a prueba los efectos vibratorios de cada frecuencia de sonido analizada, Hadany y su coautora Marine Veits, colocaron las onagras costeras en una máquina denominada vibrómetro láser, que mide los movimientos más minúsculos. A continuación, el equipo comparó las vibraciones de las flores con las de los diversos tratamientos de sonido, donde vieron que las vibraciones de las flores concordaban con las longitudes de onda de la grabación de abejas.

Y para confirmar que las flores son realmente los órganos que captan el sonido, el equipo también llevó a cabo pruebas en flores a las que quitaron uno o más pétalos. Dichas flores no resonaron con ninguno de los sonidos de baja frecuencia.

Por tanto, los resultados del estudio sugieren que las flores pueden escuchar a los insectos y actuar en consecuencia, pero, igualmente, también pueden verse afectadas por otros sonidos, incluidos los generados por los humanos. En otras palabras: el ruido producido por los humanos puede afectar la capacidad de las flores y los insectos para comunicarse.

Hadany reconoce que esta nueva habilidad de responder al sonido descubierta en las plantas plantea muchas incógnitas y ha abierto un nuevo campo de investigación científica que Hadany denomina “fitoacústica”.

Fuentes: National Geographic y Tendencias 21

Según un estudio, las flores pueden escuchar a los insectos y actuar en consecuencia
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Según un estudio, las flores pueden escuchar a los insectos y actuar en consecuencia
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Un estudio de la universidad de Israel ha comprobado que las flores pueden escuchar a los insectos que se acercan y actuar en consecuencia, es decir, se ha visto una reacción por parte de la planta al sonido, lo cual les confiere una ventaja evolutiva.
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Greenteach
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